SINOPSIS:
Un hombre recibe una carta que le urge a pensar en un número, cualquiera. Cuando abre el pequeño sobre que acompaña al texto, siguiendo las instrucciones que figuran en la propia carta, se da cuenta de que el número allí escrito es exactamente en el que había pensado. David Gurney, un policía que después de 25 años de servicio se ha retirado al norte del Estado de Nueva York con su esposa, se verá involucrado en el caso cuando un conocido, el que ha recibido la carta, le pide ayuda para encontrar a su autor con urgencia. Pero lo que en principio parecía poco más que un chantaje se ha acabado convirtiendo en un caso de asesinato que además guarda relación con otros sucedidos en el pasado. Gurney deberá desentrañar el misterio de cómo este criminal parece capaz de leer la mente de sus víctimas en primer lugar, para poder llegar a establecer el patrón que le permita atraparlo.
Espero no alargarme mucho, porque considero que la novela no lo merece. Yo que buscaba un poco de entretenimiento... En fin, básicamente, estamos ante el típico thriller del siglo XXI: mucho fuego artificial, pero escasa literatura (profundidad, consistencia, construcción de los personajes, ingeniería literaria, etcétera). El autor crea unas expectativas que están muy bien, pero luego no responde por ellas o, como mucho, lo hace de manera pobre. Dicho de un modo más crudo: el autor trata al lector como si este fuera estúpido. Por si fuera poco, la trama es lenta, redundando en ciertos elementos cada dos por tres, así como perdiéndose por vericuetos argumentales. En mi caso, la novela ha ido transitando junto al límite entre querer seguir leyéndola y querer dejar de leerla, aunque ha ganado lo primero y por eso estoy escribiendo esta reseña.
Todo lo que concierne al asesino está muy cogido por los pelos: la elección de sus víctimas y cómo sabe qué número van a elegir, cómo hace para salir indemne de las escenas de los crímenes, cuál es su móvil (motivación) y el desencadenante, etc. La investigación también resulta pobre. Tenemos a Gurney hablando del caso con su esposa, a esta se le ocurre algo y a él se le enciende una lucecita. Esto puede valer una vez, pero se da varias veces. Evidentemente, también se dan las típicas cosas de los thrillers baratos del siglo XXI: por ejemplo, que la policía desconozca que existen las cámaras de seguridad y que las hay por todos lados. En fin, que es muy fácil construir un asesino superinteligente y superbueno en lo suyo (asesinar) si luego no explicas bien cómo hace las cosas y además se da una investigación policial penosa. No sé, es como si un padre va por ahí diciendo que su hijo juega superbién al fútbol y que marca muchos goles cada fin de semana, pero a lo mejor se los marca a su abuelo octogenario jugando en el parque.
Como ya he comentado, otro de los aspectos en los que falla la novela es en la construcción de los personajes. Excepto Gurney y si acaso el asesino (poco carismáticos en cualquier caso), el resto de personajes deja mucho que desear: planos, insustanciales, como a medio hacer. El resto de policías dan bastante pena, mención especial para el tal Rodríguez, un personaje que solo está ahí para caerte mal. Ya es curioso que el policía más odioso sea precisamente aquel que tiene un apellido hispano, pero será casualidad... También hay un policía llamado Nardo, al que es difícil tomar en serio debido a su nombre. Y si hablamos de los personajes femeninos, la cosa se pone aún peor. La única que tiene un pase es Madeleine, la sufrida esposa de Gurney, aunque no se entiende muy bien de qué va y qué rollo se trae con su marido: que si una cosa a medio decir, que si un silencio, que si una mirada no sé cómo. Pero el señor Verdon se reserva lo mejor para otros personajes femeninos que pululan por la novela. Ojo a lo que escribe en el capítulo 23: "dijo la sargento sin género Wigg (aunque tal vez no sin sexo, observó Gurney, notando los interesantes ojos y la boca finamente esculpida)". Pero vuelve a la carga en el capítulo 27: "La pelirroja sin género". Aunque se podría decir que el señor Verdon se reserva lo mejor para el final (capítulo 52 para ser más exactos), donde nos regala un gratuito episodio protagonizado por una enfermera y el propio Gurney. Cito: "Le dio [ella a él] una impresión de disponibilidad inmediata que le resultó incongruentemente excitante dadas las circunstancias". ¿Hola?
Respecto al detective Gurney, protagonista de la novela, quisiera hacer algunos apuntes. Vernon nos transmite que es muy inteligente y un increíble cazador de asesinos en serie, pero luego hace aguas. Hay un momento estelar cuando, sin consultarlo con nadie y sin saber bien por qué, va y envía una carta al apartado de correos que usa el asesino y encima con el matasellos de su zona de residencia. ¿Se puede ser más estúpido? Luego, claro, lo tenemos preocupado con que el asesino le haga una visita de cortesía a su mujer. Pues haberlo pensado antes, pedazo de idiota. Es que es inconcebible que un detective con el currículum de Gurney haga algo así. Y ahora voy a comentar otros dos momentos en donde Gurney hace gala de su gran inteligencia, pero ya aviso que son puro espóiler. El primero: no sospechar —ni él ni el resto de policías— de Dermott cuando asesinan al policía que le habían puesto como guardaespaldas. Flipante. El segundo momento: creer a Dermott cuando este le dice que le lleve cierta llave a Nardo porque se le ha olvidado dársela. Inteligentísimo el tío, ¿eh? Por otra parte, ese rollo del tortuoso policía que se da cuenta de que él y el asesino no son tan diferentes está ya un poco visto (aquí lo vemos sobre todo en el último capítulo). Por ejemplo, la película En la cuerda floja, estrenada en 1984 y protagonizada por Clint Eastwood, se hace mucho eco de esa premisa.
Además, debo decir que la novela está escrita un poco de aquella manera. Es una prosa correcta, pero no me ha convencido. Me da la sensación de que quiere hacer alarde de una prosa magistral sin tenerla. Citaré una macrooración que aparece en el primer capítulo, ya que he visto que en la versión original es similar: "Se dio cuenta de que plantar bulbos de tulipán en un día espléndido del veranillo de San Martín en un jardín situado en una cumbre con vistas a un panorama de bosques otoñales de color carmesí y prados esmeralda que se desplegaban bajo un cielo azul cobalto, no era un encargo demasiado pesado" (la coma sobra, pero viene en el libro).
Aunque ya lo he venido a decir antes con eso de que la trama es lenta, considero que a la novela le sobra mucha paja y que perfectamente podría haberse quedado en dos tercios de las páginas que tiene, o incluso en la mitad. Por no decir que sobra toda la novela. Pero, claro, ¿puedo decir eso teniendo en cuenta que a mucha gente le ha gustado? Miren, no voy a entrar a valorar si esta novela puede considerarse literatura y todo ese rollo, pero sí quisiera decir algo: me cuesta entender que se publiquen novelas como esta y se traduzcan al español cuando la mayoría de novelas del escritor John Sandford —autor de notables novelas policíacas/policiacas— no se han traducido al español. Eso por no hablar de las buenas novelas que ni siquiera se publican y que estarán dando de comer a trillones de pececillos de plata en cajones repartidos por casi todo mundo.
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