lunes, 24 de octubre de 2022

'El caso Alaska Sanders' - Joël Dicker


Aquí estamos otra vez, y hoy lo hago para rematar la serie protagonizada por Marcus Goldman. Después de traeros La verdad sobre el caso Harry Quebert [en adelante, LVSECHQ] y El libro de los Baltimore [en adelante, ELDLB], hoy vamos con El caso Alaska Sanders [en adelante, ECAS], que se ha publicado este mismo año 2022. Evidentemente, el escritor de esta novela, como de las otras dos, es el suizo Joël Dicker (Ginebra, 1985). De nada, Dicker y Alfaguara, por la publicidad que os hago.

Debo decir que esta reseña va a ser un poco diferente, y muy extensa, porque tengo que mencionar un montón de cosas de la trama. ¿Por qué? Pues porque quiero argumentar más o menos bien mi opinión sobre la novela. Aun así, trataré de ser discreto y no reventar la novela a nadie. Es por eso que eludiré mencionar algunas cosas demasiado troncales, aun obviando que mi postura sería más sólida de poder ofreceros todo eso. En cualquier caso, pediría a los más puntillosos que no lean esta reseña si aún no han leído la novela y quieren hacerlo.

SINOPSIS [Fuente: Alfaguara]:
«Sé lo que has hecho». Este mensaje, encontrado en el bolsillo del pantalón de Alaska Sanders, cuyo cadáver apareció el 3 de abril de 1999 al borde del lago de Mount Pleasant, una pequeña localidad de New Hampshire, es la clave de la nueva y apasionante investigación que, once años después de poner entre rejas a sus presuntos culpables, vuelve a reunir al escritor Marcus Goldman y el sargento Perry Gahalowood. A medida que irán descubriendo quién era realmente Alaska Sanders, resurgirán los fantasmas del pasado, y entre ellos, especialmente, el de Harry Quebert.

La pregunta que me queda después de leer esta novela es la siguiente: ¿puede ser buena una novela que necesita que el lector apague su cerebro? Reflexionen un poco sobre ello y, uno vez hecho, acompáñenme a diseccionar la novela.

Lo primero de todo es que, una vez más, ya tienes que tragar con el asesinato de una chica joven, blanca, guapa... Gracias por la originalidad, Dicker, gracias por lo rompedor de la propuesta. Pero claro, si la víctima fuera un negro de sesenta años, no le importaría a nadie. Cojonudo.

Aparte de eso, al principio del libro hubo algo que ya me dio mala espina. Admito que es una chorrada, pero yo ya me puse en alerta. Pues bien, cuando se narran hechos del 3 de abril de 1999, se menciona que quedan dos semanas para el/la maratón de Boston. Fui a Google y vi que dicha maratón, en aquel año, se celebró el 19 de abril. Hasta aquí todo bien. Sin embargo, unas decenas de páginas después, cuando se está narrando el 4 de abril, se menciona que quedan tres semanas para el maratón.

Luego llega todo el tema de la escena del crimen, que es para mear y no echar gota. Por ejemplo, se habla literalmente de "[...] larvas de moscas endémicas del lago Skotam" para justificar -vía forense- que Alaska murió allí. Claro, porque las moscas no vuelan, no se meten en coches y no pueden aparecer ni poner sus huevos a varios kilómetros del dichoso lago. De hecho, cabe mencionar que las moscas no necesitan agua para reproducirse, así que es difícil entender que haya especies que estén tan apegadas a ese lago. Pero vamos, aunque no fuera así, ya digo que las moscas aparecen aquí y allá (por eso uno se encuentra moscas en cualquier lugar). Por supuesto, aunque supongo que está basado en el lago Squam, Dicker se inventa el lago para que nadie pueda decirle que en ese lago no hay moscas endémicas. Pero sí se le puede decir lo que he dicho en este párrafo. Dicho sea de paso, fue leer esa frase y pensar: "¡Cuánto daño ha hecho C.S.I.!".  Además, si no saben exactamente cuándo murió ("entre la una y las dos de la madrugada", dice el forense), ¿cómo pueden negar la posibilidad de que muriera en la otra punta del lago? O en Mount Pleasant, por ejemplo, si pensamos en la aplastante lógica de que alguna mosca pudiera haberse alejado del lago (repito que vuelan y hasta se meten en los coches). Con esa laxitud en cuanto a la hora del crimen, es imposible negar que pudieron trasladar el cadáver unos cuantos kilómetros desde el lugar donde Alaska murió. Luego, siguiendo con el tema de la escena del crimen, vemos que se habla de barra de hierro para más tarde hablar de maza. También es curioso que no busquen el arma del crimen por la zona, especialmente con buzos en el lago (Dicker no debe haber leído Mystic River), pero es que parece que tampoco busquen huellas de pisadas. No entiendo nada.

Luego nos encontramos con que la dichosa nota del «Sé lo que has hecho» [nada pretenciosa y cliché] está impresa con un defecto. ¡Ya es casualidad! Bueno, casualmente también, dan con la dichosa impresora defectuosa. Como los investigadores iniciales de esta novela no usan el cerebro, no se les ocurre pensar que puede haber otras con ese defecto. No, en el mundo solo hay esa. Pues vale. Más tarde dan con una especie de jersey corporativo que lleva escritas las siglas M.U. Dicker nos pide (exige) que nos creamos que los policías son tan inútiles que no saben de qué va el asunto, incluso aunque hablan con gente relacionada con ello. Es más sangrante si cabe porque poco después se dice que hay miles de personas que tienen un jersey así, y se entiende que casi todos son de esa zona de Estados Unidos. O sea, es un poco como si en una comisaría de Girona nadie supiera que quiere decir el F.C.B. de una sudadera.

Seguimos avanzando en la trama. Muere una persona en su coche (cosa rara con la que hay que tragar, porque ni era una persona mayor ni nada, pero bueno). La cosa es que esta persona es familiar directo de un policía que está investigando el caso Alaska Sanders. Aunque la muerte de esa persona se cataloga como natural, ¿por qué no se procesa o registra ese coche? ¿Ni siquiera el policía en cuestión tiene curiosidad por saber si en ese coche había algo que pudo causar la muerte a ese familiar? Luego hay un cacao en una sala de interrogatorios que no hay por donde cogerlo. No puedo comentarlo mucho por lo de los spoilers, pero diré algo: casualmente, en ese momento solo hay dos policías en la comisaría.

En este punto de la novela cualquiera puede darse cuenta de que el narrador es equivocado (una vez más en esta serie de novelas). Esto se ve, por ejemplo, en los diálogos entre el sargento y su compañero que tuvieron lugar durante 1999. Pero es que el Marcus llega a reproducir conversaciones donde no estaba ni siquiera quien le habla de aquellas escenas. O sea, es como si yo reprodujera un diálogo entre Putin y el ministro de interior ruso por mediación de Pedro Sánchez. No tiene sentido, ¿no? Además, sigo pensando que Marcus Goldman no tiene carisma suficiente para llevar el peso de una novela. No sé, por ejemplo Lucas Davenport, protagonista de una larga serie de novelas de John Sandford, es otro nivel [por cierto, ¡que traduzcan más libros suyos!].

Sigamos con la trama. Aparece el típico mensaje con letras recortadas de periódico (otro cliché). Pues bien, aunque cueste creerlo por lo estúpido del asunto, tras las letras aparece parte de la dirección del emisario. Diría que también es en este tramo de la novela cuando aparece un personaje que llama "cordera" a su mujer. Sí, "cordera". No sé si es cosa de la traducción o qué, pero en fin... Poco después, si no recuerdo mal, hay un personaje que dice que cualquiera podría haber entrado a su casa para imprimir unas hojas. ¡Claro, lo típico! ¿Quién no ha estado nunca un poco aburrido y ha realizado un allanamiento de morada para imprimir unas noticias del Marca?

Por otra parte, me hizo gracia lo que se dice sobre la pena de muerte, porque Harry Quebert, en el libro que protagoniza, se quejaba del miedo a ser condenado a la silla eléctrica. Pero en esta novela, en cambio, hay un personaje que afirma que no existe la silla eléctrica en New Hampshire. Sin embargo, para rematar la faena, seguidamente se dice que el medio de ejecución es la horca. ¿En serio? ¿Desde cuándo se ejecuta a alguien con la horca en New Hampshire? El método allí es la inyección letal. La horca es solo una alternativa. De hecho, creo que en todo Estados Unidos no se ejecuta a alguien por medio de una horca desde 1996, y fue porque el acusado no quiso la inyección letal y optó por esa alternativa.

También tenemos el dueño de un bar que no puede decir si alguien estuvo allí o no cierta noche. Sin embargo, luego se sabe que aquella noche hizo un montón de fotos del interior del bar. ¿No podría haberlo dicho en su momento? No tiene sentido. Como tampoco que esas fotos acaben llegando a quien llegan.

Luego, aunque ya he citado alguna, abundar en algo típico en las novelas de Dicker: las casualidades que le vienen muy bien para tejer la trama. Por ejemplo, cuando dos chavales quieren 'fichar' por una universidad pero, curiosamente, solo hay plaza para uno de ellos. (Por cierto, ese pasaje es muy parecido a uno de ELDLB). Por cierto, este pasaje se nos menciona que hicieron una prueba que constaba de una carrera de 100 metros y otra de 4 km. Lo de los 4 km me chirrió bastante, porque no es distancia olímpica ni nada. O sea, ¿por qué no 5.000 m? O, teniendo en cuenta que están en USA, dos millas (3,2 km). Quizá es típico en Estados Unidos hacer pruebas de 4 km, pero a mí me chirrió.

Algo que ya me molestó a estas alturas de esta novela es que algunos personajes cuenten en 2010 cosas que no contaron en 1999 (evidentemente, esto ayuda a que haya trama). Me refiero a cosas que, a todas luces, podían/pueden ser importantes para resolver el caso. Como por ejemplo eso de que el novio de Alaska sospechaba cierta cosa sobre ella. Pero vamos, lo de cierto personaje ya es la leche. Se pasa ¡11 (once) años! en la cárcel, acusado de asesinato, y no le da por contar nada nunca. Además, es alucinante la cantidad de personajes que grabaron o escribieron algo en aquella época, como si ya supieran que alguien de su entorno iba a morir y quisieran añadir pistas o pistas falsas al asunto. Queda artificial.

¡Ah, la pintada de "Puta infiel"! Otro cliché estúpido y mal rematado (aquí hay otra casualidad que en fin...). También en esa parte de la novela, ojo a lo que dice Marcus, en referencia a él mismo, a su amigo sargento y a otra persona que investiga con ellos: "Pero todos sabíamos que no hay nada sin trascendencia en una investigación policial". Joder, pues tu amigo sargento ya se podría haber aplicado el cuento en 1999, cuando se dejó varios cabos sueltos (lo de "Puta infiel", lo del amante...)

Seguimos. El robo. ¡Ay el robo! Otra cosa que parece sacada de ELDLB y que, por otra parte, tiene poco sentido. Sin entrar en más detalles, ¿cómo es posible que lo cometan con un coche sin matrículas? ¿Cuándo las quitaron y volvieron a poner? Porque, hombre, un coche sin matrículas canta mucho. ¿O debemos pensar que hicieron mil kilómetros sin matrículas? Por otra parte, siguiendo con el mismo asunto, ¿por qué los investigadores no van a ver al policía que atropellaron? Me llamó la atención que no lo hicieran, como si no pensaran que podría haber descubierto quiénes lo habían atropellado y se hubiera vengado. Claro, yo pensé que quizá Dicker había pasado por alto eso, que había pasado del policía, con el objetivo de no darnos pistas de que él era quien estaba detrás de todo.

Por cierto, en este punto de la novela ya nos hemos enterado de que los investigadores se pasan los días de aquí para allá. Sin embargo, sorprende que nunca avancen nada en esos viajas, que nunca se les ocurran hipótesis, como si les gustara hacer horas de carretera en absoluto silencio (y con el cerebro apagado).

Ojo, que llegamos a una superfrase que Harry Quebert le dedica a Marcus Goldman; "[usted es] uno de los mejores escritores que haya conocido nuestro país". ¡Chúpate esa, John Steinbeck! ¿Cómo puede Dicker escribir una cosa así y quedarse tan (p)ancho? Es alucinante, absolutamente alucinante. O sea, aunque es suizo, Dicker se pone a sí mismo a la altura de los mejores escritores estadounidenses (evidentemente es él quien escribe las novelas narradas por Marcus Goldman). Como dice un usuario de GoodReads, se desprende -y no solo por esa frase- que Dicker tiene un ego que no cabe en Suiza.

Otro punto interesante: cuando, a última hora, la antigua compañera de Alaska se acuerda de cierta impresora. Así, sin venir a cuento. Esos 'trucos de magia' restan credibilidad a la novela y resultan molestos. Igual que otro aspecto de la novela: la arbitrariedad en el conocimiento entre los vecinos del pueblo. Quiero decir que es como que hay gente que es conocida en la localidad y gente que no. Esto pasa en la vida real, pero no con la arbitrariedad que aquí se manifiesta. Al final, uno no sabe si Mount Pleasant es un pueblo de doscientos habitantes o una ciudad de diez mil.
 
Más. A los investigadores les hablan de un coche azul, que, a todas luces, es clave en la investigación y no son capaces de preguntar qué clase de azul era (celeste, marino...) ni cómo era el coche más allá de eso (grande, pequeño, etc.). Luego está el supuesto asesino que trata de matar a una persona porque sabía cosas sobre el caso, pero lo cojonudo es que lo hace una vez ya hay un condenado por el crimen. ¿Qué necesidad tenía? Ya habían culpado a otro, quien no podía cometer un asesinato porque estaba en la cárcel. O sea, era ponerse en el foco tontamente. Otro aspecto: los padres de una chica conservan libretas de su hija durante doce años y ¿tiene que ser el sargento quien descubra que hay algo importante ahí? La policía también parece que estaba desaparecida en 1998, pero bueno.

Seguimos. Hay un momento en el que buscan casas con ciertas características porque quieren encontrar a alguien que, doce años atrás, cuando andaba por los 50 años, vivía en una así. Lo gracioso del tema es que descartan algunas de ellas porque sus habitantes son demasiado jóvenes o viejos. Claro, muy normal, porque no puede ser que doce años después sea un hijo quien vive allí. Por ejemplo. No sé, ¿una persona tiene que vivir desde los 0 a los 80 años en la misma casa? Luego es curioso que, pese a que están buscando la casa por cierta localidad, no sepan que hay una isla habitada al lado de la población en cuestión. ¿No saben usar Google Maps? Por cierto, en esa isla de dos mil habitantes (según nos dicen) hay una "ciudad". Una ciudad de dos mil habitantes, OK. 

Por otra parte, es gracioso como el universo hace un clic cuando los investigadores se van a ir de los sitios. He comentado lo de la compañera de Alaska, pero no es el único caso. Es como ir a una discoteca a ligar, fracasar en el intento, para luego triunfar cuando estás abriendo la puerta de casa. Y, además, que esto se repita al día siguiente. Muy lógico todo. También resulta artificial que alguien que precisamente no es pobre conduzca el mismo coche que hace doce años. Pero bueno, como a Dicker le va bien que sea así, nos tenemos que creer que los investigadores han dado con uno de los tres únicos ricachones estadounidenses que siguen conduciendo el mismo coche que doce años atrás.

Más avanzada la trama, detienen a la persona que llevan mil horas buscando por el asesinato de Alaska, aunque es evidente que no es él (demasiado fácil, digamos), y lo detienen por ello sin ninguna pista sólida. Pero no es solo que lo detengan, ¡es que hasta cierran el caso! Coño, Dicker, que se note que estudiaste Derecho. Luego están las coartadas que descubren -tarde, claro, porque si no no habría trama- y que son de risa. Casualmente, hay un tipo en cuestión que estuvo en ceremonias las dos noches clave de la investigación. Joder, ¿pero se pasaba la mayoría de días en bodas y galas o qué?

Vamos con otra de las superfrases de la novela: "[...] aunque Xxx se acostara con una xxx tres décadas más joven que él". Pero vamos a ver, si coges los datos que nos hacen tener referencias de la edad de ambos personajes (los 15 años que se lleva con su mujer, los 10 años entre su mujer y Alaska y que Alaska era algo menor que la chica esta), se deduce que no se llevaban más de veinticinco años. En fin, uuuuuna más de Dicker. Cojones, Dicker, crea un documento con las fechas de nacimiento de los personajes. No es tan difícil.

Luego se nos cuenta una historia de amor que se nos cae de primeras. ¿Por qué? Porque anteriormente se nos había contado que una de las personas tenía un lío con otra persona. Es el peligro que tiene (la pretenciosidad de) ir sumando piezas a una novela: acaba siendo casi imposible que todo encaje bien. Es verdad que luego Dicker nos deja caer que aquello solo era como un entretenimiento. Ya, claro, lo dices ahora.

Por otra parte, me gustaría saber cómo y dónde se arregla un coche maltrecho después de atropellar a un policía con él. Es otro punto más donde vemos la artificialidad de la novela, porque además hay dos casos iguales en la novela y si tratan de forma muy diferente (exigencia de guion, claro). En el primero se nos hace saber la dificultad que tiene esto, pero en el segundo caso no se nos comenta nada. Es algo que hacen sin más, como si uno se comprara una bolsa de pipas.

En cuanto a la identidad del asesino no voy a comentar básicamente nada (por motivos obvios), pero la verdad es que yo, cuando se descubrió el pastel, me resistí a creer que era esa persona. No sé, esperaba algún giro más, sobre todo teniendo en cuenta los giros y regiros de LVSECHQ. En cualquier caso, aunque me dejó un poco frío, creo que esa resolución del caso está mejor que la de LVSECHQ. Eso sí, prácticamente es la única mejora que percibo, cosa que resulta un poco triste. Si bien podría apuntar que se agradece la nula presencia de la insufrible madre de Marcus, aunque se hace extraño que Dicker la borre del mapa como si nunca hubiese existido. Supongo, claro, que tiene que ver con que muchos lectores de LVSECHQ criticaron ese aspecto.

En los últimos estertores de la novela se nos deja caer un nuevo caso a investigar. Por supuesto, la muerte de otra chica joven (17 años). O sea, igual que Nola (15 años) en LVSECHQ y que Alaska Sanders (22 años). Por cierto, en cuanto a ECAS, se nos deja caer que también la están adaptando al cine. ¡Claro, Dicker, son novelas tan buenas! Por cierto, suponiendo que haya novela sobre el caso de la chica de 17 años, espero que el "sargento" y el "escritor" hayan dejado de dirigirse así entre ellos todo el rato (cosa que ya pasaba en LVSECHQ), porque parece que tienen once años y resulta insufrible.

En cuanto a la estructura, el estilo y esas formalidades, hay varias cosas a comentar. Por ejemplo, no entiendo esa necesidad de que un diálogo vaya a revelar algo y se pase a contar ese momento en plan narrador omnisciente. Pero bueno, ya digo que estamos ante un caso claro de narrador equivocado. En cualquier caso, creo que Dicker sí se maneja bien en el ir y venir entre escenas y tiempos narrativos, aunque a veces se valga de artificios y casualidades para ello. Por desgracia, esa estructura general de diálogo más escena incorporada (que suelen tener bien de diálogo también) no alcanza para dar una buena atmósfera a la novela. Creo que hubiera estado bien recortar diálogos -que tampoco son una maravilla- y trabajar en esa atmósfera (¡y aportar profundidad!), con descripciones de ambientes, de personajes, etcétera. Hubiera resultado una novela menos artificial. La prosa, en general, es correcta (no brillante). Eso sí, me ha chirriado el uso de flechas, como si fueran los apuntes de un estudiante y no una novela. No sé, ¿no era capaz de narrar los hechos de una forma natural?

En cuanto los personajes, es un poco lo ya visto en novelas anteriores de Dicker. Resultan artificiales, como demasiado dirigidos en pos de la trama (son una comparsa de ella), sin vida propia. En general, resultan planos, sin casi profundidad, como poco trabajados. Por ejemplo, las madres de los personajes son un poco iguales y los padres parecen más bien comparsas. Tampoco se los describe mucho: ¿Son altos o bajos? ¿De qué color tienen el pelo? No tiene mucha importancia, pero son detalles que generan realismo y riegan la novela de una atmósfera. Más importancia tiene la descripción psicológica, pero ahí Dicker hace su trabajo aún peor. Es por eso que cuesta empatizar con los personajes (así como, repito, que falte profundidad). Creo que estaría bien que leyera algo del gran Dennis Lehane, que sí es un maestro en la construcción de personajes (qué fácil es empatizar con los personajes de Mystic River, por ejemplo).

Por otra parte, soy de la opinión -y, por reseñas que he leído, creo que somos muchos- de que a esta novela le sobra una cantidad ingente de páginas. Por ejemplo, la primera parte, la de la investigación inicial, se podría haber resumido. El pegote de los sosos amoríos de Marcus creo que sobra bastante (además, se supone que en esta época él estaba muy enamorado de Alexandra, y lo digo porque ELDLB va bastante de eso,). Las constantes alusiones a LVSECHQ y ELDLB ya ni digo lo que sobran (¡qué descaro de autobombo!). Y el pegote de las apariciones en escena del pesado de Harry Quebert, siempre un tanto esperpénticas, pues ya tal.

Resumiendo, a esta novela le sobra artificialidad y pretenciosidad (trama demasiado rebuscada, por ejemplo). Se puede escribir una buena novela policiaca sin tantos saltos (temporales, espaciales, etc.) y cabriolas. No es necesario (marear y) buscar sorprender al lector todo el rato y, de hecho, es contraproducente cuando algunas de esas sorpresas o sus coyunturas no están bien construidas. Eso ya lo tenía LVSECHQ, la verdad, pero creo que era una novela más conseguida, menos incongruente. Por lo que había visto (tiene un 4,32 sobre 5 en GoodReads), pensaba que esta sería igual o incluso algo mejor. Sin embargo, a mí me parece claramente peor y ha sido bastante desquiciador, porque, cuando quería olvidarme de una incongruencia o un mal golpe de efecto, aparecía otro. Así pues, prácticamente no la he disfrutado. No puedes repetir los mismos ingredientes (leitmotiv, estructura, etc.) y encima cocinarlos creyéndote aún mejor pero, en cambio, haciéndolo peor. Vamos, para mí resulta impactante para mal. Es que, desde mi punto de vista, incluso baja el nivel con respecto a ELDLB (la misma inquietante falta de profundidad, eso sí).

Pero bueno, espero que en la próxima novela, que dudo que lea, ya no repita la fórmula. Que, por cierto, también me ha recordado un poco a un capítulo cualquiera de la embriagadora serie Cold Case (Caso abierto en España), pero menos congruente, más enrevesada y con menos atmósfera. Lo digo porque resolvían crímenes antiguos hablando con antiguos familiares, etc. y te iban poniendo flashbacks. O sea, básicamente es la misma estructura, pero en esta novela no funciona tan bien. 

Considero que es una pena que tanta gente alabe esta novela sin detenerse a pensar en todo lo que yo he comentado aquí (y en alguna que otra cosa más). Esto hace que baje el nivel de lo que se publica y consume. También que no se preste atención a otros materiales literarios mejores. Por ejemplo, es una pena que se publique y se venda tanto -con mucha mercadotecnia, claro- esta novela y, en cambio, solo se hayan traducido al español unas pocos novelas de John Sandford. En fin, yo no sé hacia dónde se dirige la literatura, pero prefiero no saberlo.

Para los amantes de las notas, decir que le doy un 4 sobre 10. No puedo aprobarla debido a la artificialidad, la repetición de la fórmula, la vacuidad de los personajes, la pretenciosidad o la falta de profundidad. Tampoco le doy un 2 o algo así porque no puedo decir que sea un completo desastre. Al menos se lee con facilidad (con tanto diálogo es normal, pero bueno).

[Bueno, pues dejamos esto por aquí. Próximamente volveré a las reseñas más cortas, que no tengo tiempo para esto y tampoco quiero aburrir a nadie. Gracias por la atención, en cualquier caso.]